La educación emocional La educación basada en el desarrollo de la inteligencia emocional ayuda a minimizar las situaciones que nos afectan de forma negativa, tanto mental como físicamente, fomentando un estado de bienestar y equilibrio emocional, ya que permite aprender a transformar las emociones en estímulos y aprendizaje positivo. Se fundamenta en los principios de prevención, desarrollo e intervención social, con los objetivos de promover el crecimiento afectivo-cognitivo y social de los alumnos, fomentar al máximo posible todas sus capacidades individuales, sociales, intelectuales y culturales, así como educar las emociones para conseguir su enriquecimiento como persona.
Los estudiantes disponen de un lugar de referencia, la escuela, donde es necesario estimular el empleo de las distintas capacidades de las que disponen. No todos los alumnos requieren aprender de la misma manera, ya que la misma materia puede ser presentada de distintas formas para facilitar su asimilación, siendo el estado emocional el que influye en el procesamiento de la información. Disfrutarán más si el profesor educa emocionalmente, construirán más fácilmente su propia autoestima, tendrán un mejor rendimiento académico y una mejora de la creatividad, extendiéndose a ellos las cualidades humanas del educador, y originándose un ambiente escolar menos agresivo y con menos problemas relacionados con la disciplina. Los objetivos inalcanzables originan sentimientos de incapacidad y la autoevaluación realista evita la tendencia a generalizar el fracaso que se da en algunos individuos a partir de limitaciones concretas e insignificantes. Un alumno adquiere mejor los conocimientos si tiene confianza, iniciativa, motivación…
Como ya hemos comentado, muchos de los problemas que podemos encontrar dentro del ámbito educativo se pueden contrarrestar y dar solución mediante la inclusión de las emociones en la escuela. Las emociones influyen directamente en el desempeño académico, pues actúan sobre el aprendizaje. Diferentes estudios han comprobado que al incorporar las emociones a la enseñanza los resultados académicos son más satisfactorios, pues alcanzan una mayor eficacia y calidad en el proceso de enseñanza y aprendizaje. Por esta razón debemos potenciar las competencias emocionales como un elemento ineludible para facilitar el desarrollo curricular del alumno. La concentración y la atención son factores determinantes a la hora de conseguir un aprendizaje eficaz. Pero cómo puede un alumno estar concentrado en la clase de historia, por ejemplo, si está preocupado, triste, enfadado porque acaba de pelear con un amigo… Todas esas emociones generan sentimientos, que si no sabemos controlar y gestionar hacen que nuestros pensamientos se trasladen fuera del aula. Por tanto, nuestro aprendizaje se ve influenciado negativamente. Por lo tanto, existe una conexión entre la inteligencia emocional y el rendimiento escolar. Las relaciones tanto intrapersonales como interpersonales influyen sobre la salud mental de los estudiantes, y mantener un buen equilibrio afectará al rendimiento académico final.
Entre los hábitos de estudiantes exitosos, sin duda alguna el más importante es organizar tiempos. Esto quiere decir que debes escoger el momento del día en el que te sientes con más energía y más animado para estudiar, y también debes organizar cuánto tiempo vas a estudiar por materia (en caso de que tengas varias). Por ejemplo, puedes crear un calendario semanal de las cosas que tienes que hacer y verás que con la práctica podrás llegarte a organizar mensualmente. Establece metas realistas, medibles y comprobables Para lograr métodos de estudio efectivos procura definir metas a corto, mediano y largo plazo al estudiar. Además, debes plantearte objetivos claros, es decir, que sean realistas, medibles y comprobables. De nada sirve un objetivo del tipo Conocer más de Inglés, esto no te ayuda como estudiante a avanzar en tus conocimientos. Al contrario, un objetivo como Aprender las conjugaciones de 10 verbos irregulares nuevos para el próximo día 15 te permiten medir cuánto avanzas, dónde fallas y qué debes mejorar. Descansa y aliméntate De nada sirve estudiar durante 10 horas seguidas una noche antes del examen. El cuerpo y el cerebro se cansan y llega el momento en que el estudio no es significativo. Por eso es importante que en tus técnicas de estudio establezcas tiempos de descanso. Por ejemplo, por cada 25 minutos de estudio, puedes descansar 5 minutos. Esto ayuda a que tu cerebro recargue la pila y se le conoce como la técnica Pomodoro para estudiar. También es importante que te alimentes bien. Subraya la información más importante Este es otro clásico de los hábitos de estudio exitosos. Subrayar textos y realizar apuntes te permite resaltar visualmente la información más valiosa o que te es más útil de un texto. También es de gran ayuda gracias a que si días, semanas o incluso años después regresas a esos textos, el subrayado te señala dónde está la información más importante, sin necesidad de volver a leer todo. Realiza mapas conceptuales, diagramas, dibujos o canciones Como se mencionó antes, el éxito de todas las técnicas de estudio dependen del tipo de personalidad de cada estudiante, no son universales. Hay personas a las que se les facilita realizar mapas conceptuales para estudiar semejanzas y diferencias de los temas vistos, otros prefieren realizar diagramas o dibujos para estudiar visualmente, y también hay personas más musicales a las que se les facilita adquirir información mediante melodías. Si aún no conoces qué técnica va mejor contigo prueba con todas estas y las demás que te encuentres hasta llegar a la que más te ayuda a ti. Prepara tu área de estudio Tu área de trabajo debe estar preparada de acuerdo a tus gustos para estudiar, por eso el primer paso es quitar toda tu ropa sucia del escritorio y pasarla a la cama (o mejor aún, al bote de la ropa sucia). Si a ti se te facilita aprender cosas nuevas mientras estás en contacto con la naturaleza, tal vez lo mejor para ti sea estar en un parque o en un bosque tranquilo. Pero si necesitas silencio absoluto, lo mejor sería una biblioteca o acondicionar tu cuarto para evitar que los ruidos de la calle o de los vecinos te interrumpan. Reduce distracciones Para mejorar tus técnicas de estudio, el primer paso es identificar qué es lo que te distrae y el segundo paso es tratar de eliminar dichas distracciones. Por ejemplo, si constantemente checas las notificaciones de tu teléfono, apágalo, siléncialo o déjalo en otro cuarto. Lo mismo pasa si revisas a cada rato tus redes sociales, ignóralas. Evita memorizar, prioriza el entendimiento Antes de memorizar la información, es necesario entenderla. Si solo se memoriza para repetirla en el examen, no se logra un aprendizaje claro. Por ejemplo, en lugar de memorizar listas de verbos irregulares en inglés y sus conjugaciones, es importante comprender cuáles son sus características, diferenciar entre verbos de uso diario con otros que casi no se usan en contextos informales, etc. Pregunta Ante cualquier duda, pregunta, ya sea a tu maestro o a tus compañeros si estás en una escuela o curso con otras personas, o pregunta en foros y redes sociales si estudias por tu cuenta. Evita quedarte con dudas y quítate el miedo a quedar en ridículo “por no saber”, pues todo conocimiento nace por una pregunta. También es recomendable que además de preguntar, discutas tus nuevos conocimientos con otras personas para que los pongas en práctica. Apasiónate por lo que estudias Es necesario que la curiosidad por conocer cosas nuevas nunca se te termine. Si bien puede haber temas o materias que se te dificulten, encontrarles el lado que conecte con tus gustos te permite que el aprendizaje sea algo más que información para salir bien en un examen. Por ejemplo, si estudias inglés y odias la habilidad de reading, busca libros o textos en inglés sobre temas que te gusten, ya sean los videojuegos, las películas o cualquier cosa que leerías en español por gusto
Existen malos hábitos de estudio como procrastinar (aplazar tiempos de estudio) o estudiar rodeado de distracciones (por ejemplo, estudiar sin quitar las notificaciones del celular). Puedes reducir estos hábitos en tres pasos: Identifica tus malos hábitos. Al momento de estudiar, pon atención en qué es lo que impide que sigas avanzando. Por ejemplo, si identificas que es la música, ahora estudia sin música. Aquí lo importante es que debes ser sincero contigo mismo, por más que te guste o estés acostumbrado a tu mal hábito, no deja de ser malo y disminuye tu calidad de estudio. Haz tus cambios progresivamente. No esperes eliminar los malos hábitos desde el primer momento. Al ser hábitos, son rutinas que puedes tener muy arraigadas, por lo que es necesario ser paciente y no desanimarte. Para ayudarte en este fin debes ser realista. No te apresures en eliminarlos, es mejor plantearte metas a largo plazo que puedas cumplir, que metas inmediatas imposibles de alcanzar. Busca ayuda. Si notas que no puedes eliminar por tu cuenta los malos hábitos, no hay nada de malo en pedir a algún familiar, amigo o profesor que te ayude. Una visión externa te puede dar una guía o platicarte cómo superó este mismo problema. Supérate a ti mismo En el fondo, el objetivo de los buenos hábitos de estudio es que te conviertas en un mejor estudiante o profesional. Para ayudarte en dicha meta si estás estudiando inglés, British Council México te apoya proporcionándote cursos de inglés con los que podrás dar un paso adelante con ayuda de profesores altamente calificados y con amplia experiencia enseñando inglés.
¿Qué aportará a tu vida la disciplina? Debes pensar en cuáles son los beneficios de ser una persona tanto disciplinada como metódica y ser capaz de visualizar la forma en la que mejorará muchos aspectos de tu vida. Conoce tus puntos débiles. Sí, nadie es perfecto, absolutamente nadie. Así que nada mejor que asumir tus debilidades (patatas fritas, dormir a deshoras, sustancias como el café, muchas horas con el móvil en la mano, poco ejercicio, nervios, darle demasiadas vueltas a las cosas) y frenarlas. O no frenarlas pero sí ser consciente de ellas para que, cuando ataquen, sepas remediarlas o te des cuenta de qué está frenando lo que quieres hacer. Aleja las tentaciones y haz un compromiso contigo misma. Ser disciplinado no es algo que seas, es algo que haces. No se nace con la disciplina, es un hábito que se va adquiriendo. Así, si sabes que ves mucho el móvil antes de dormir y terminas durmiendo dos horas más tarde, apágalo y descansa. Si quieres comer sano (atiende a estos 10 mandamientos), tira o regala la comida basura que tengas cerca o, si quieres ser más productiva en el trabajo, silencia el teléfono y las notificaciones de las redes sociales. Céntrate en lo que quieres conseguir, traza un plan y no pierdas la meta. Si quieres ser más disciplinada para conseguir un objetivo (dormir más, leer más, hacer más deporte, cualquier cosa) es importante que tengas muy claro qué es lo que quieres conseguir y/o alcanzar. Repasa cada mañana tu(s) objetivo(s) y haz todo lo que sea necesario para llegar a ello. Construye tu disciplina. Como te hemos dicho antes, la disciplina no es algo con lo que nazcas, es un hábito/comportamiento adquirido. Y, como cualquier conocimiento, habilidad o aprendizaje, cuanto más lo practicas, más mejoras. Así, como cualquier otra cosa que vayas a aprender de nuevas, te va a costar al principio, pero no por ello debes rendirte. A medida que tus objetivos sean más grandes, ambiciosos o complejos, más disciplina y esfuerzo vas a necesitar. Por eso, intenta ser disciplinada en tu día a día, en cosas más o menos manejables, así te será mucho más sencillo o factible. Crea nuevos hábitos simplificándolos. Es decir, si quieres hacer algo nuevo, comer más sano o dormir más o perder peso, por ejemplo (sí, son los más clichés pero los más generalizados también) empieza poco a poco. ¿Esto qué quiere decir? Pues que si quieres dormir más, no pienses en dormir dos horas antes, eso te va a agobiar. Vete a la cama quince minutos antes. Si quieres hacer ejercicio para perder peso, empieza con diez o quince minutos al día, algo que parece poco pero, cada día, va sumando. Come a menudo y de forma sana. Parece otra tontería pero no lo es. Si tienes hambre, estás de malhumor, nerviosa o con el estómago encogido, no podrás centrarte en lo importante. No comer conlleva una falta de azúcar y eso te hace estar más depresiva, alicaída y pesimista. Además, somos lo que comemos, así que, si quieres empezar a cambiarte, no hay mejor forma de empezar. No pongas freno o tope a tus límites o tu poder. Suena muy new age, sí, pero es así. Si piensas que tienes poca capacidad para hacerlo, de disciplina, de logro o lo que sea, no lo conseguirás. Si no eres consciente o no cuantificas lo que puedes o no puedes hacer, no te frenas y sientes menos presión. Haz un plan de back up, auto-premiate y si fallas, perdónate a ti misma y sigue adelante. Por ejemplo, si has decidido comer más sano pero vas de camino a una fiesta, traza un plan. Sabes que habrá cosas aceitosas fritas y algunas más sanas. Pues ve a por las sanas (o todo lo sanas que puedan ser). Si lo consigues, un día a la semana permítete comer algo que tengas muchas ganas o más antojo/mono. Si no lo consigues, no te fustigues ni te estés lamentando, ya conoces tu punto débil. Elimina de tu memoria todos los intentos fallidos. Son situaciones que lo único que hacen es decirte que no eres capaz de hacerlo o que en algún momento te hicieron ver la falta de disciplina. Sin embargo, para serlo, es fundamental deshacerse de estos recuerdos.